domingo, 8 de marzo de 2015

Los domingos, sobre todo

   Me estoy acostumbrando a la mañana. Los domingos sobre todo me gusta levantarme y escuchar el todavía-silencio de las cosas; palpar casi esa especie de larguísimo desperezo con el que van despabilándose despacio los ruidos. 
   Los primeros son los pájaros.
   Una lejana algarabía de coches viene más tarde, o es más tarde cuando la siento. Da pudor arrastrar una silla, hacer tintinear el bote del café o entrechocar las tazas en la alacena. La luz ocupa entonces la quietud y se expande, calmosa e indolente como un gato mimado, por entre los silencios de la casa. Llega, al fin, el rumor doméstico de los vecinos y una agradece ese rastro de la continuidad igual que el café caliente, o que la primera brisa.
   Sólo después suena el teléfono.

W. McGregor Paxton

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