lunes, 9 de febrero de 2015

Humores

   Amanece el día con apariencia de artilugio metálico. Es cosa del asfalto húmedo mezclado con el síndrome de lunes, cabo de una retahila de horarios ajustados y repetidos. Se me hizo duro conducir hacia el instituto con la sensación de estar metida en un perfecto engranaje al que han estado dando cuerda durante la noche. Allí estaba el semáforo de la esquina de casa, indicio patente: cuando se ponga ammarillo y rojo hará cinco veces que abrió la tienda de cocinas, siete amarillos más tarde llegarán los rumanos con su varilla para limpiarles los cristales a los coches. En la radio las últimas declaraciones de Putin...
  Menos mal que, ya en el instituto, mientras el sol evapora mis malos humores, mis alumnos y yo hablamos de El jugador de Dostoievski.

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