martes, 30 de diciembre de 2014

Maneras de mirar (18): Pedro Sevilla y su "fotografía escolar"

   FOTOGRAFÍA ESCOLAR

  Este que veis ahí, junto al hermano Eutimio,

el de ojos huidizos e inefables
que no consiguió plaza
en el glorioso equipo de fútbol del colegio;
ni entró nunca de balde al cine de verano
porque era tonto y torpe y no sabía
distraer al portero,
por tomarse venganza de tanta humillación
y demostrar a todos los de Segundo B
que era capaz de hacer algo importante,
comenzó a escribir versos de once sílabas
en azules cuadernos de dos rayas.
Así, sutiles críticos, no busquéis en mis versos
ni poéticas serias ni raros argumentos
sobre este noble oficio. Mi escritura
es solo un vano intento de emular
la fama de los niños de mi escuela.
En especial de uno, Ramón Amaya Flores,
un gitano muy guapo
que marcaba los goles de chilena.

                  (Pedro Sevilla)




   Se ha hablado mucho, muchísimo, de Postmodernidad, palabra que me resulta absolutamente antipática por el uso intelectualoide y hueco que se le viene dando. Se ha hablado mucho, digo, pero la que no he oído pronunciar es la palabra "Postcontemporaneidad", no de la manera simple y lógica que propongo. Es esta la que yo aplicaría, por lo menos, a buena parte de la poesía española de los años 80 del siglo XX para acá. 

  A ver si me explico: a lo largo de la historia de las literaturas en las lenguas occidentales actuales  ha habido dos pasos que la han marcado para siempre: uno fue Petrarca (el fruto de la intersección del Humanismo con la tradición de los trovadores), y todos somos petrarquistas desde entonces y escribimos con la armonía acentual de sus endecasílabos o heredamos los grandes símbolos de sus convenciones temáticas  y, si no lo hacemos, es porque conscientemente nos situamos enfrentados a su pervivencia. El segundo paso fue el Romanticismo que, desde finales del siglo XVIII y  bajo en patrocinio de Kant en sus movimientos preliminares (esto es, con el inicio de la Edad Contemporánea) estableció que la imitatio ya no era un valor; desde entonces ya todos somos también románticos porque la creatividad y la subjetividad (el yo del artista) son los focos irrenunciables de la obra. Aparece también en este segundo paso (en esta segunda zancada),y como consecuencia de lo anterior, la Teoría del Genio, esto es, de la existencia del artista inspirado que nace y no se hace, que actúa arrebatado por fuerzas interiores personales y poderosas que eliminan la convención normativa. Este concepto viene acompañado de un tono antienunciativo, cargado de exclamaciones, interrogaciones retóricas, interjecciones e invocaciones varias.

  Dicho esto, observo que Pedro Sevilla trae a estos versos suyos la aniquilación de la Teoría del genio que da origen a la literatura de la Edad Contemporánea: aquí el poeta 1) no ha nacido poeta, se ha hecho a partir de una anécdota infantil sin importancia; 2) se ha forjado  imitando una convención de nuestro siglo XVI (el endecasílabo italiano); 3) llama  "oficio" a la escritura del poema y para ello 4) se distancia de sí mismo hablando en tercera persona ("este que veis ahora"),intentando evitar el "yo" subjetivo y 5), además, usa un tono enunciativo, conversacional, ese que Felipe Benítez ha llamado "tono menor". Parece muy claro ¿verdad?
    
   Con respecto a la estructura, dos partes encuentro muy claramente en el poema:

   Los 12 primeros versos son una presentación, un retrato de sí mismo, en tercera persona ("este que veis ahí", "por tomarse venganza", "comenzó a escribir versos") buscando la distancia al desdoblarse en el tiempo. Dentro de esta primera mitad se incluye, desde el verso 8º, lo que él considera el origen de su poesía.

   La segunda parte, a partir del verso 13º, avisa del error de buscar sesudas intenciones a su poesía (ahora sí que hay una alusión a la primera persona en los posesivos) para terminar personificando la frustración infantil en un niño concreto; y ese es un gran acierto: concretar esa desazón en un niño con nombre y apellidos, un niño corriente "que marcaba los goles de chilena"). 

  El resultado es el triunfo de la falta de énfasis, la presentación más clara que he leído nunca del artista antigenio. Pedro Sevilla me ha hecho pensar en todo esto y traer aqui este palabro: Postcontemporaneidad.


Del blog Acuarela capurriana

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