sábado, 27 de abril de 2013

Libros, bibliotecas, Gollums

   Tendemos a pensar que esto de las efemérides y los homenajes a fecha puesta es un asunto un tanto forzado que acaba por dejarnos el regusto insípido (valga el oxímoron) que tiene todo lo oficializado.  Sin embargo, en torno al 23 de abril, por muy normalizada que esté la fecha, me encuentro todos los años con ocasiones muy gratas. 
   Me explico: no suelo acudir a la mayoría de los saraos literarios. Es imposible dar clases decentes en un instituto, leer algo de lo que a una le gusta, escribir aunque sea muy de tarde en tarde, mantener las relaciones familiares y, además, asistir a todos estos eventos. Imposible de todas todas, se lo digo yo.
Por eso acudo únicamente a los actos más extraordinarios y a aquellos de los que son protagonistas o parte muy interesada las personas más queridas. Me he visto así estos días asistiendo a dos felices convocaorias:
1) El jueves quise acompañar a Ana Sofía Pérez Bustamante en la presentación de la Obra Completa de Pilar Paz Pasamar que ella ha preparado  (Pilar Paz Pasamar: Ave de mí, palabra figutiva poesía 1951-2008, Fundación Municipal de Cultura y Ayto. de Cádiz, 2013). Con ello llegó la ocasión de charlar, además de con las dos protagonistas, con Ángel Mendoza, con Eduardo del Pino, con Jesús Fernández Palacios, y de conocer a Laura Lacheroy, la viuda de Carlos Edmundo de Ory, que me pareció encantadora y muy inteligente.
2) Ayer viernes, la visita a la biblioteca del poeta postista nos provocó, al pequeño grupo que acudimos invitados y guiados por el poeta Javier Vela, esa extraña conmoción inevitable para los que hemos crecido venerando los libros. más de 8.000 ejemplares en francés y en español en una sala amplia, bien iluminada por ventanas que abrían el abolengo de unos muros recios al mar de poniente (qué espacio maravilloso). Algo muy extraño se siente al repasar sólo con la mirada los lomos de esos libros. Me vinieron dos evocaciones de una asociación tan inesperada, que dejaré aquí constancia de ellas como homenaje a lo que tal vez fuera el contagio de las pertenencias de Carlos Edmundo de Ory. Una fue prácticamente obligada e inevitable: Borges, claro, y su biblioteca universal; la otra fue el desgraciado Gollum, por aquello de la atracción irresistible. - "Cuidado, que el enrejado que los protege corta," -nos advirtió Javier Vela a los que no pudimos resistirnos a alargar los dedos para rozar el lomo de lagunos ejemplares." Y Silvia Barbero fue la primera en sobresaltarse porque fue la primera en caer en la tentación. Antonio Serrano encontró un ejemplar que iba a ir a consultar a Madrid próximamente, y lo tenía allí, al alcance de su mano ¡pero, en ese momento, bajo llave! 


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